A falta de elecciones generales (o locales o autonómicas, lo mismo me da) este año 2017 nos tiene de lo más entretenido con las primarias de los diferentes partidos. Primero fuimos Ciudadanos, con un proceso modélico (que no inmejorable...) quienes renovamos la confianza depositada en Albert Rivera para dirigir el partido. Luego Podemos montó el circo mediático al que nos tienen acostumbrados para dirimir una batalla fratricida entre dos de sus principales dirigentes. Pero el culmen a todo esto han sido las primarias para elegir al nuevo secretario general del Partido Socialista...
Sin duda, la victoria de Pedro Sánchez ha
sido significativa y, para muchos, sorprendente, pero lo más notorio para mí ha
sido el ambiente de guerra vivido durante toda la campaña. ¡Qué clima de
hostilidad! ¡Qué agresividad verbal! Menos mal que no soy militante socialista,
porque, sinceramente, aunque me ha divertido (por el morbo y tal), la verdad es
que no me gusta ese estilo de actuar.
Cuando veo que un candidato, sea de lo que
sea, intenta conseguir votos usando como técnica principal la descalificación
al rival, el insulto personal y el descrédito del otro candidato, lo primero
que me viene a la mente es la falta de ideas y propuestas que tiene que ofrecer
al resto de afiliados. Porque, vamos a ver, cuando uno tiene un proyecto
sólido, plagado de ideas y propuestas estudiadas y convincentes... ¿qué
necesidad tiene de usar esas técnicas barriobajeras?
En segundo lugar, me hace pensar que lo
que le mueve a presentar su candidatura no es una voluntad de servicio sincera
y desinteresada, sino un interés personal desmesurado que le lleva a perder las
buenas formas y hacer lo que sea por tal de conseguir el anhelado cargo.
Incluso, como se ha visto en esta campaña, a usar procedimientos éticamente
reprobables.
Y, ya para terminar, lo más lamentable de
todo esto… ¡es que se trata de compañeros del mismo partido! Y, a fin de
cuentas, cuando terminan estos procesos, son ellos los que sufren las
consecuencias de este tipo de praxis. ¿Qué ambiente puede quedar en un partido
en el que han estado insultándose unos a otros durante semanas? ¿Es posible
trabajar con compañeros que han intentado desprestigiarse? Es una verdadera
lástima que ciudadanos que se afilian a un partido con la ilusión de hacer algo
útil por su país se vean envueltos en luchas intestinas por culpa de unos modos
muy censurables de conseguir una cuota de poder.
Afortunadamente, creo que cada vez hay más
gente que, como yo, rechaza este tipo de comportamientos hostiles, impropios de
personas que quieren (o, al menos, eso dicen) trabajar para mejorar la sociedad
en la que vivimos. Estoy convencido de que, antes o después, recibirán su justo
castigo en forma de derrota en las urnas. Porque los ciudadanos no somos tontos
y sabemos lo que queremos. Y lo que queremos es desterrar los malos modos de la
política para dar paso a una nueva etapa en la que reine la cordialidad, el
entendimiento y los programas se basen en ideas y propuestas para ganar votos,
y no en insultos y descalificaciones para "robárselos" al otro. No
todo vale. Y ya lo estamos comprobando...
PD: En la agrupación local de mi partido, Cs Alcoy, también hemos tenido primarias recientemente para renovar la junta directiva. Pero eso será tema para otro post...
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