miércoles, 13 de noviembre de 2019



¡MUCHAS GRACIAS, ALBERT!

Albert Rivera dimitió el pasado lunes como presidente de Ciudadanos, renunciando además a su escaño como diputado y anunciando que se retira de la política. No es una noticia que haya pasado desapercibida, ni mucho menos. Se trata de una decisión dura para todos los afiliados a este partido, ya que estamos hablando de una persona carismática, emblemática, la piedra angular sobre la que creció la formación a la que pertenezco.

Lamentablemente para todos, esta medida es la triste consecuencia de un espectacular batacazo electoral. Creo que España necesita un partido de centro fuerte, que pueda equilibrar las diferentes posturas, cada vez más extremas, del resto y que garantice la estabilidad y gobernabilidad del país. Todas estas características se habían perdido por una serie de decisiones estratégicas que han resultado ser erróneas. Se ha pagado en las urnas y aceptado las correspondientes responsabilidades. ¡Chapeau!

Lo más llamativo del caso es que la opinión pública y, muy especialmente, las redes sociales, se deshagan en elogios hacia el hasta pocos días antes tan criticado Rivera. Por hacer lo que se debería hacer siempre en estos casos. Ni más ni menos. Claro, quizá nos haya sorprendido tanto porque en este país lo normal es que no dimita nadie, que la gente se aferre a su cargo con uñas y dientes, que no despeguen el culo del sillón ni aun habiendo imputaciones por corrupción de por medio. ¡Cuánto menos por un mal resultado electoral! Lo habitual en esos casos es echar balones fuera, encontrar argumentos para convencer (y autoconvencerse) de que la culpa es de todos los demás, de quien sea, con tal de poder permanecer un poco más en el cargo y, por supuesto, cobrar un buen dinerito público durante todo el tiempo que sea posible.

Albert Rivera anunció su despedida con mucha elegancia, dejándonos varias frases para la reflexión. De todas ellas, me gustaría destacar la siguiente: “Ser diputado no es una nómina, es un honor”. Esa es la concepción que muchos tenemos de la política: un servicio, no un modo de vida. Sería fantástico que esta máxima se aplicase en todos los ámbitos de la política, nacional, autonómica y también local. Cuando una persona acepta un nombramiento, como en el caso de Albert Rivera, encabezar una lista electoral, acepta el honor de la victoria, pero también asume la responsabilidad de la derrota. Y Rivera ha dado una lección a todos, muy especialmente a aquellos que dicen que le admiran y alaban su decisión, pero no siguen su ejemplo.

Ojalá esto sirva para algo, remueva conciencias y despierte el sentido de la dignidad de todos aquellos que conciben su cargo como un puesto de trabajo al que acuden cotidianamente para cobrar una nómina. Si eso fuera así, la dimisión de Rivera habría servido para mucho más de lo que él piensa. Sea como sea, gracias, Albert, por todo lo que hiciste por este partido, por hacernos creer a muchos que otra forma de hacer política es posible y por renovar nuestra confianza en ella. Yo, como mucha otra gente en este país, nos afiliamos a un partido político, a este partido político, por tí. Porque nos gustaba tu discurso moderado, tu talante centrista y negociador, porque eras el modelo de lo que queríamos que fueran los políticos de este país. Por eso muchos lamentamos tu despedida, aunque la comprendemos y, como no puede ser de otro modo, la aceptamos. Porque, además, tanto por la forma en la que has dicho adiós, como por el momento elegido, no se te puede hacer ningún reproche más.

Así pues... ¡muchas gracias, Albert!


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